top of page
  • Foto del escritorGuadalupe Manzano Sánchez

¡Socorro, rabietas!


Las rabietas pueden suponer reacciones bastante frecuentes en los niños alrededor de los dos y los cuatro años de edad. Son episodios normales teniendo en cuenta que todavía no han tenido la oportunidad de experimentar la frustración en su vida y que además, empiezan a reconocerse a sí mismo como individuos ajenos, distintos, a sus padres y quieren reafirmarse.

Lo primero que debemos hacer ante una rabieta infantil es procurar mantener la calma: no pasa nada, no debemos agobiarnos por lo que pensarán del niño o de nosotros como educadores. Esta preocupación sólo puede hacer aumentar nuestra angustia y así manejaremos peor la situación. Además, cualquiera que conviva con un pequeño de estas edades, sabe que “los niños son así”.

Psicologia Manzano

■Lo más efectivo (por difícil que resulte) es ignorar al pequeño. No prestarle atención. Debe darse cuenta de que mediante la agresión y el descontrol no conseguirá nada.

Debemos dejar claro al pequeño que no puede tener eso que desea en este momento (bien un juguete, o que vayamos a casa de sus abuelos). Es necesario que repitamos calmadamente y sin hostilidad nuestra decisión: “hoy no podemos ir a casa de los abuelos, está lejos y estoy cansada. Mañana (o el día que tengamos planeado) iremos”. “No te voy a comprar ese juguete. Tienes muchos juguetes”.

No debemos interpretar las rabietas como un desafío, un reto. Aun cuando el pequeño también busca afianzarse (saber hasta dónde puede llegar, hasta dónde estamos dispuestos a consentir), esto forma parte de un proceso normal de desarrollo, de búsqueda de una identidad personal. Debemos ayudar al niño a que conozca los límites y a que aprenda a manejar el malestar que ello le puede producir.

“El futuro de los niños

depende del presente que vivan”

No es útil utilizar amenazas o insultos que sólo harán que el pequeño se enfurezca más, que se sienta herido y desvían nuestro objetivo de enseñanza.

Recuerda que no es razonable esperar que “deje de llorar” o que “no esté enfadado” de forma brusca y repentina. El niño pequeño no puede controlar todavía sus sentimientos y emociones. Una cosa es que intentemos que se vaya serenando pasados los primeros momentos de rabieta y otra distinta es exigirle que no llore. Por otra parte… ¿los adultos automáticamente dejamos de estar enfadados?

■Cuando el pequeño se haya calmado, hay que contarle lo que ha pasado, hay que ayudarle a interpretar el episodio de rabieta. El niño de tres años está preparado para comprender las consecuencias de las acciones y empezar a trabajar con los sentimientos. Debemos explicarle cómo se sintió de enfadado porque no le dimos el juguete y las razones por las que no se lo dimos. No importa que el episodio se siga repitiendo a lo largo del tiempo, cada vez irá comprendiendo mejor las situaciones y cuando llegue el momento estará más preparado para controlarse.

■En muchas ocasiones, sabemos que determinadas circunstancias desembocarán en un episodio de rabieta o de enfrentamiento con nosotros. Por ejemplo, es probable que un juego físico vaya subiendo de tono hasta que en un momento determinado el niño o la niña (que todavía no controla su fuerza) haga daño sin intención. O que cuando se encuentren demasiado cansados nos diga sistemáticamente: No. En situaciones como el primer caso, es preferible parar el juego y distraer la atención del pequeño ante la primera señal de que el juego se descontrola por su parte. En el segundo caso, es mejor ofrecer alternativas al niño, de forma que no abundemos en su negativa con situaciones o exigencias que, de todas formas, no vamos a conseguir o que se han convertido en un pulso gratuito con el niño.

■Si prevemos que una situación desembocará en una rabieta, podemos llevar a cabo un cambio brusco de ritmo distrayendo su atención con algún tema totalmente distinto, esto ayuda al pequeño a “desconectar” de la situación que le suele producir la rabieta.

“Los niños son educados por lo que hace el grande

y no por lo que dice. Oscar Wilde”

■No es conveniente que la conversación sobre lo que ha hecho o ha ocurrido sea visto por nuestro hijo como un castigo. Hablar, pensar, razonar, reflexionar sobre las cosas no puede suponer una carga, sino una manera de comprender lo que nos pasa, lo que hemos hecho y sus consecuencias y, por tanto, de aprender para mejorar.

Psicologia Manzano

■Es muy probable que el niño quiera asegurarse de que le seguimos queriendo. Es muy importante que le transmitamos que nosotros le queremos siempre, pero que hay cosas que no puede hacer y que no puede tener o, en su caso, que hay que esperar.

“La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras. Jean Jacques Rousseau”

Paciencia. Hacia los cuatro años, la mayoría de los niños han superado estos estallidos emocionales. No obstante, todavía les queda mucho por aprender y su maduración y las relaciones con los otros (familia, escuela, niños) serán muy importantes.

5 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page