Ésta es una duda habitual en los pacientes y en las personas que están pensando en la posibilidad de acudir a terapia; y que a mí me gusta abordar en los primeros minutos de la primera sesión. Pienso que cuando uno sabe qué procedimiento o camino se va a seguir se siente más seguro y sabe qué esperar y qué se puede esperar de él o ella.
El trabajo que se realiza en las primeras sesiones tiene dos objetivos principales: escuchar las necesidades y la demanda que presente la persona y la evaluación del problema o problemas motivo de consulta. Estos primeros momentos de toma de contacto pueden vivirse como un paso díficil e importante; y sentirse acogido y comprendido en el dolor es clave. Por tanto, se reconoce como algo esencial proporcionar un espacio para la ventilación emocional y algunas claves o recomendaciones iniciales para que la persona vaya siendo capaz de entender su situación y pueda empezar a manejarla. Para alcanzar el segundo objetivo relacionado con la evaluación del problema, realizo una serie de preguntas y suelo solicitar la cumplimentación de algún cuestionario. De esta manera, la información más subjetiva que proporciona la persona se complementa con datos objetivos y cuantificables. Esta información en su conjunto dará las claves para formular el tratamiento más ajustado a las necesidades del paciente.
Como resultado del trabajo de estas primeras sesiones llegamos a un punto clave en el proceso terapéutico y este punto es la sesión de devolución de información. Yo me refiero a ella como una sesión puente porque funciona como tal entre lo que son las primeras sesiones de toma de contacto y evaluación, con lo que posteriormente será el tratamiento propiamente dicho. Gracias a la evaluación realizada, puedo llegar a tener identificada la conducta o conductas problema; el contexto en el que se produce; los factores que han podido actuar como de riesgo y las variables que intervienen manteniendo el problema. En base al conocimiento de estos datos, se establece un tratamiento individualizado. Toda esta información es la que se le facilita a la persona en esta sesión. En este punto del proceso es clave que paciente y terapeuta compartamos una misma visión sobre el problema. De esta manera, la persona entenderá por qué se van a trabajar determinadas áreas y esa misma comprensión facilitará su implicación en el proceso.
Una vez realizada la sesión de devolución de información, estamos en condiciones de empezar lo que es la fase de tratamiento. De forma consecutiva se van trabajando una serie de objetivos que se alcanzan mediante la explicación y el entrenamiento en distintas técnicas. En esta tercera fase del proceso, el paciente va ganando progresivamente un papel más activo. Una parte importante de este momento tiene que ver con las denominadas "tareas para casa": el trabajo que se realiza en sesión es muy importante, pero gana valor si en el período intersesiones la persona lleva a cabo las recomendaciones y las tareas propuestas.
Normalmente, la frecuencia de las sesiones es semanal. Éstas se van espaciando progresivamente en la medida en que se van alcanzando objetivos, los síntomas remiten y la mejora va siendo patente.
La última parte del proceso viene a cumplir el objetivo de asegurar el mantenimiento de los logros alcanzados. Se lleva a cabo un recordatorio de lo anteriormente trabajado y se prevén posibles dificultades. En este punto, el paciente tiene capacidad y recursos para elaborar por sí mismo la estrategia necesaria para hacer frente a las situaciones que se propongan como conflictivas.
Continuar con el tratamiento hasta su finalización será esencial para alcanzar los objetivos deseados y evitar posibles recaídas en el futuro. En todo el proceso, la relación terapéutica es el vehículo que nos va a permitir recorrer el camino del cambio y la mejora.