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Foto del escritorGuadalupe Manzano Sánchez

Niños y rutinas


Las rutinas por definición son predecibles, pero es importante que también sean flexibles. No nos obsesionemos con los horarios. No pasa nada por saltarse puntualmente alguna parte de la rutina o por retrasar o adelantar en media hora el horario. Si no, pensemos en nosotros mismos como adultos y hagámonos las siguientes preguntas ¿me acuesto siempre a la misma hora?, ¿siempre tengo el mismo hambre a las dos de la tarde?, ¿me ducho siempre al irme a dormir? Lo más sano es enseñarles lo que es más práctico y funcional.

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Cada niño es diferente. Hay niños que se ajustan con facilidad a un horario, pero otros no. Esto no quiere decir que como padres lo estemos haciendo mejor o peor. Demos tiempo a los niños que tienen más dificultades en adaptarse a la rutina, pero por encima de todo, escuchemos sus ritmos: observemos sobre qué horas tiene más hambre, a qué hora es más fácil que duerma, démonos cuenta cómo tras una noche en la que ha dormido mal va a demandarnos más tiempo de siesta, y aceptemos que en etapas de cambios profundos (como por ejemplo alcanzar la autonomía en el movimiento, introducción de la alimentación sólida, etc.) tanto su apetito como su sueño se van a ver afectados de una u otra manera.

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Así, cuando vayamos a intentar que nuestro hijo siga unos horarios, además de darle tiempo para adaptarse, pensemos por un momento si son los más adecuados para él. A veces intentamos que los niños se ajusten a unos horarios nefastos que cumplimos los adultos, cuando lo que deberíamos hacer es reajustar los nuestros. ¡Y todos lo agradeceríamos!

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